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Esta es la mejor hora para irse a dormir según la ciencia del sueño.

 

Dormir mal es un negocio pésimo para la salud y el bienestar. La falta de sueño está relacionado con problemas inmunológicos, metabólicos, cardiovasculares emocionales y cognitivos; con trastornos como la diabetes o de la obesidad. Nos lleva a estar más cansados e irritables, eleva nuestros niveles de estrés y nos hace asumir más riesgos y equivocarnos más.

Pero lo peor (lo verdaderamente horrible) no es nada de eso. El gran problema de todo esto es que no nos lo tomamos en serio. La falta de sueño y el sueño de mala calidad afecta ya a más del 58% de la población española y, pese la enorme cantidad de evidencia acumulada, tendemos a pensar que, en fin, es un problemita menor. Y no, no lo es. 

 ¿Cuál es la cantidad de sueño apropiada?

Según el mismo estudio de la Sociedad Española del Sueño, los españoles duermen una media de 6,8 horas entre semana. Es ahí, por mucho que intenten usar el fin de semana para recuperar el sueño perdido, donde empiezan los problemas. Todas las asociaciones médicas especializadas en el sueño recomiendan dormir entre siete y ocho horas de sueño cada noche.

No es un capricho porque, aunque esas cantidades de sueño cambian de una persona a otra, la evidencia nos dice que tendemos a pensar que dormimos mejor de lo que lo hacemos en realidad: independientemente de la calidad real, las personas tendemos a dar valoraciones muy parecidas. Es decir, la idea de que "con cinco horitas es más que suficiente para mi" suele estar equivocada y tiende a ocultar otros problemas subyacentes.

Además, a esa falta de sueño generalizada hay que sumar que en torno al "75% de los españoles se despierta al menos una vez por la noche, y 3 de cada 10 afirman directamente que padecen insomnio". No es raro que en los últimos años, la siesta ha sufrido un cierto 'revival'. Es lógico, tienen muchísimos beneficios (Rosekind, 1995): dormir una media de 25 minutos mejora entre el 16% y el 34% nuestras funciones cognitivas (Mednick y otros, 2008; Naska, 2007; Saunders y Chaput, 2012). Sin embargo, mal usadas (y nuestro contexto social no ayuda) pueden contribuir, aún más, a hacer aún más difícil la concialiación del sueño nocturno (Dhand y Sohal, 2006).