Un pequeño tarro cortado de la parte superior de una botella de gaseosa, con pocas flores que lucen un tanto marchitadas, adorna la tumba del Cementerio La Milagrosa, de esta comunidad, donde se están sepultados los restos de la adolescente Emely Polanco. En el nicho se lee: “Todos somos Emely”, y se muestra una foto de ella, en vida. A su lado, otra tumba conserva un pequeño jardín de flores rojas. Las hierbas están naciendo, pero según contaron pobladores de San José de Cenoví, en el municipio, de Villa Tapia, de la provincia Hermanas Mirabal, su padre Genaro Peguero, su madre Adalgisa Polanco y otros parientes cercanos la visitan y la limpian.
En el cementerio no pernoctaban personas; y su foto, con su rostro angelical de adolescente, sobresale en la tumba. Residentes de los alrededores manifestaron que en ocasiones acuden estudiantes de escuelas públicas de la zona y que se toman fotos frente al nicho, donde está sepultada la menor.
Sus padres cada vez que visitan la tumba de la jovencita salen llorando, por lo que profesionales de la conducta humana les han recomendado que disminuyan la visita, pero que éstos se resisten, dijeron personas cercanas al Cementerio.
Con la misma humildad en que creció Emely, en esa misma proporción descansan sus restos, incluso, a la tumba le falta un lado por pintar. Como ocurre en casi todos los cementerios de campo, en el de San José de Cenoví, donde reposan los restos de la adolescente, la puerta permanece abierta desde las seis de la mañana hasta las 7:00 de la noche.
Una brisa combinada entre el frío y calor soplaba en los alrededores del nicho, donde descansa para la eternidad la adolescente, que al momento de su muerte tenía un embarazo de cinco meses. Aquí, mientras tanto, la indignación gana espacio.