“No me mates... mira mis hijos”, fue la última frase pronunciada por Fanny García Sánchez, cuando percibió la presencia de quien durante tres años la asediaba y la mantenía en constante consternación. Ya la sangre inundaba la ventana de su casa, justo a su entrada, puntos rojos eran los reflejos de una lucha feroz, ardua y agobiante. El hombre conocido como “Negro”, la sorprendió con un machete, en ese instante le cegó la vida. Ella intentó correr, llamar la atención y justo en el pavimento se quedó impregnado su último suspiro. La hora de cenar se acercaba, el péndulo señaló las 10:00 de la noche y Fanny esbozó una sonrisa que sus conocidos califican de “hermosa”. Clasificar los frutos de acuerdo a su estado, era una labor que la agotaba y tan solo pensar en sus tres hijos y esposo era motivo suficiente para que la energía y la vitalidad inundarán su cuerpo, el mismo que una hora después sería mutilado por su verdugo.
La oscuridad de la noche embargaba el entorno de Quita Sueño, lo que como a manera de presagio sería lo que causaría posteriormente en sus familiares el saber que el asesino está suelto. La oscuridad de la noche la asustaba, por ello, mandó a sus hijos a prender las luces de la parte delantera de su vivienda, porque el entorno además era callado y raramente se escuchaba los cantos de los gallos o los juegos de los infantes. Lo que desconocía era que al frente de su vivienda, “la maldad” la acechaba como cazador a su presa, en una casa en construcción “Negro” planeaba su ataque.
Tras haber hecho la compra de los alimentos que serían servidos esa noche, ella y sus hijos se aproximaban a su hogar, mientras el perpetrador se encontraba ya escondido detrás de unos arbustos. En cuestión de segundos, Fanny percibió que las luces que había ordenado prender, minutos antes, estaban apagadas y reprochó a sus hijos. En ese momento quien había realizado la acción aparece. Mutila su brazo, luego su cuello y entre el charco de sangre, en presencia de los menores y dejando un sinfín de preguntas, se escapó.
A las 11:00 de la noche, los primeros que se percataron llegaron y la multitud se congregó dando abrigo a los hijos de la mujer asesinada. Ahora luce la casa desolada, la que una vez fue el escenario de vivencias entre hijos y su esposo Roberto Ogando, padre del menor de dos años. Un informe preliminar de la Policía Nacional explica que el perseguido, sólo conocido como “Negro”, huyó luego de matar a Fanny, de 30 años. La vida de Fanny se tornaba cada vez más en un castigo ya que el perpetrador se había acostumbrado a robarle cosas, como objetos personales, escobas y todos los utensilios que dejaba fuera de su casa. Ella se había levantado temprano, a la seis de la mañana, se tomó su café como de costumbre y luego llevó a su hijo donde lo cuidaban. Los otros fueron a la escuela.