ESPAÑA.- Finalmente, tras casi 48 horas, Ana Julia Quezada se ha derrumbado a mediodía de este martes y ha confesado el asesinato del pequeño Gabriel, según han revelado fuentes de la investigación. De acuerdo con su confesión, tuvo una discusión la tarde del 27 de febrero con el menor y acabó golpeándole la cabeza con un objeto. Una versión, afirman los investigadores, que no concuerda con la autopsia, que apunta a que la mujer, además de golpearle, terminó sofocándole tapándole la nariz y la boca.
La asesina confesa ha conducido a la Guardia Civil al vertedero donde tiró las ropas del niño. Esta primera declaración de Quezada ha durado, según su abogada, dos horas y la acusada, siempre de acuerdo con su defensa, se ha mostrado dispuesta a colaborar con la investigación.
Entre sollozos, la asesina ha detallado que, tal y como sospechaban los investigadores, la tarde del 27 de febrero salió instantes después de Gabriel de la casa de su abuela en Las Hortichuelas. Que le pidió que le acompañara a la casa de la finca de Rodalquilar, que el padre del menor y la asesina estaban reformando para instalarse. Que una vez en esa finca se produjo una discusión y que fue entonces cuando golpeó al pequeño con la parte roma de un hacha, dejándolo inconsciente. Después, fruto del pánico, le terminó ahogando, cerrándole las vías de respiración.
Acto seguido –y siempre según su declaración- le desnudó y tiró sus ropas en un contenedor o vertedero cercano a esa finca. Posteriormente, decidió cavar una fosa cerca del aljibe de la finca de Rodalquilar propiedad de la familia de su pareja, el mismo paraje de donde el domingo extrajo el cuerpo poco antes de ser detenida por la Guardia Civil. Los investigadores muestran todo tipo de prevenciones ante la declaración de la detenida, que, insisten, trata de borrar cualquier huella de premeditación.