Las campeonas Marilyn Hernández, Katty Pamela Wilson, Dahiana Santana y Oxandia
Castillo coinciden en que la disciplina del boxeo les ayuda a moldear el
carácter, pues, según confiesan, de pequeñas eran agresivas.
Jóvenes, adultas, estudiantes, madres solteras, hijas, hermanas, esposas… pero
sobre todo son mujeres que están siempre en posición de combate para enfrentar
los golpes diversos que les trae la vida en su cotidianidad. Las rectas y
ganchos que sufren debajo del ring son aún más fuertes que las que enfrentan
frente a sus contrincantes. Comenzando por que entrenan en clubes que no cuentan
con las herramientas esenciales para formar atletas competitivos.
Ni siquiera
con el espacio adecuado. Esto contribuye a sobredimensionar la hazaña de obtener
títulos mundiales venciendo a atletas formadas en países más desarrollados, pues
ellas aquí se curten a “mano pela´”, movidas por la pasión y el deseo de
superación. La mayoría de las púgiles –como sucede con los hombres boxeadores– provienen
de estratos humildes de la sociedad, al igual que en otros países. Son atletas
sin la posibilidad de tener al menos una alimentación apropiada para entrenar
con energía.
Tal es el caso de Oxandia Castillo (La Loba), de 18 años de edad, que en
marzo pasado arrebató –por nócaut técnico y en el segundo asalto– a la
costarricense Hanna Gabriels el título Mediano Junior (154 libras) avalado por
la Organización Mundial de Boxeo. Su madre cuenta que en varias ocasiones sólo
podía alimentar a su hija con un vaso de agua endulzada antes de que se marchara
hacia los entrenamientos. En una entrevista para Noticias SIN reveló que su hija
se comía hasta la cáscara de la auyama con que le preparaba un puré para
desayunar, para poder satisfacer el hambre. “Yo hago esto por el amor al
deporte. Esto no me reporta gran beneficio económico. Un hombre recibe cinco
veces más el pago que recibe una mujer”, señala la joven. Un boxeador
profesional gana desde US$10,000 en adelante por cada pelea.
Yoel Adames, periodista dedicado al área del deporte, lamenta que después de
tanto esfuerzo las muchachas no reciban del Estado y de su país el apoyo que
necesitan. “No hemos hecho nada para tener esta cantidad de campeonas, sino que
como negocio ya a nivel profesional, algunos representantes, personas del
extranjero que manejan boxeadores, han llevado a estas jóvenes a esos
campeonatos mundiales. Aquí no hay ningún tipo de incentivo”, sostiene.
“Algunos ven con mucha apatía a gente dándose golpes. Es difícil porque no
entienden la otra parte, que es que este deporte libra a los jóvenes de caer en
vicios o en la delincuencia”, argumenta. Insiste en que el boxeo moldea la conducta de tal forma que cambia la vida de
quienes lo practican de manera positiva, además de que les puede llevar a
mejorar su estatus económico si se convierte en una gran figura. “Tenemos el
inconveniente de que la gente que dirige no son buenos gerentes, no saben lo que
están haciendo muchas veces. Las cosas se parecen a quienes las dirigen, si no
hay un buen gerente, no hay buenos resultados”, opina.