Niños de la calle es un término cada vez más reconocido por sociólogos y
antropólogos para categorizar a un grupo social que realmente no está definido,
ni forma una población o fenómeno homogéneos. Son aquellos que viven privados de
atención familiar o protección de un adulto.
Es difícil encontrar una definición precisa para la enorme variedad de circunstancias en las que estos niños de la calle viven día a día. Sus condiciones son muy heterogéneas, desde niños que pasan todo el día en la calle y duermen en casa, con unos padres poco capacitados para atenderle adecuadamente; a jóvenes totalmente independientes que establecen sus propios grupos sociales, comunidades de drogadictos o dedicados al robo.
Aunque no existe ningún registro fiable, se suele afirmar que el número de niños viviendo independientemente en las calles del mundo oscila entre 200 y 225 millones. Como es lógico, de esa cifra un alto porcentaje corresponde a los países pobres, entre ellos República Dominicana, donde ninguna entidad ha podido cuantificar la cantidad de niños que pululan en las avenidas y ofrecen diversos “servicios” en los semáforos.
La tímida acción gubernamental para impedir que niños que abandonaron sus hogares permanezcan viviendo en las calles, en ocasiones robando, oliendo cemento o mendigando, ha hecho que la cantidad aumente con el paso de los años.
Hace poco sólo niños dominicanos había en las calles, ahora la cifra se la dividen con los haitianos, muchos de ellos enviados por padres a mendigar o vender “chucherías” en las esquina. Todo esto a la vista de las autoridades del Despacho de la Primera Dama, Conani, y decenas de ONG que cada año reciben dinero para programas de protección a la niñez.
Decenas de cuartillas se han escrito sobre este tema, cientos de diagnósticos permanecen engavetados en escritorios de funciones y entidades de la sociedad civil, mientras el problema crece. Creo que es tiempo ya de sacar a esos muchachos, someterlos a un programa de regeneración y hacer contacto con sus familias para reinsertarlos a la sociedad.
Es difícil encontrar una definición precisa para la enorme variedad de circunstancias en las que estos niños de la calle viven día a día. Sus condiciones son muy heterogéneas, desde niños que pasan todo el día en la calle y duermen en casa, con unos padres poco capacitados para atenderle adecuadamente; a jóvenes totalmente independientes que establecen sus propios grupos sociales, comunidades de drogadictos o dedicados al robo.
Aunque no existe ningún registro fiable, se suele afirmar que el número de niños viviendo independientemente en las calles del mundo oscila entre 200 y 225 millones. Como es lógico, de esa cifra un alto porcentaje corresponde a los países pobres, entre ellos República Dominicana, donde ninguna entidad ha podido cuantificar la cantidad de niños que pululan en las avenidas y ofrecen diversos “servicios” en los semáforos.
La tímida acción gubernamental para impedir que niños que abandonaron sus hogares permanezcan viviendo en las calles, en ocasiones robando, oliendo cemento o mendigando, ha hecho que la cantidad aumente con el paso de los años.
Hace poco sólo niños dominicanos había en las calles, ahora la cifra se la dividen con los haitianos, muchos de ellos enviados por padres a mendigar o vender “chucherías” en las esquina. Todo esto a la vista de las autoridades del Despacho de la Primera Dama, Conani, y decenas de ONG que cada año reciben dinero para programas de protección a la niñez.
Decenas de cuartillas se han escrito sobre este tema, cientos de diagnósticos permanecen engavetados en escritorios de funciones y entidades de la sociedad civil, mientras el problema crece. Creo que es tiempo ya de sacar a esos muchachos, someterlos a un programa de regeneración y hacer contacto con sus familias para reinsertarlos a la sociedad.